Cómo afrontar la vuelta al trabajo sin estrés
El inicio de las vacaciones, supone un gran alivio. Empieza un periodo de descanso, de ocio, de horarios anárquicos, de actividades relajantes y placenteras al aire libre… En contraste, los meses que hemos dejado atrás han comprometido nuestra resistencia física y psíquica: la permanente sobrecarga de trabajo, la presión jerárquica, el elevado nivel de exigencia que nos imponemos e imponen, la insatisfacción laboral, la escasa comunicación con colegas y superiores o nuestra propia percepción del trabajo, son algunas de las causas del tan nombrado “estrés laboral”.
El ritmo actual de trabajo provoca una sensación de “aceleración del tiempo”. El día consta de 24 horas y parece que no bastan para cumplir con nuestros objetivos laborales y satisfacer nuestras expectativas personales y familiares. Volcamos todos nuestros anhelos en las vacaciones debido a que, durante todo el año, no nos dedicamos el tiempo necesario: nos falta tiempo para leer, para reflexionar, para relacionarnos con amigos y familiares, para viajar… Nuestra prioridad es, en la mayoría de casos, la actividad laboral y no nos damos cuenta de que, para protegernos de los efectos nocivos del estrés, es importante respetar esos espacios y actividades placenteras de las que nos privamos.
El descanso y disfrute que nos proporcionan “cargan nuestras pilas” y favorecen que tengamos puntos de vista más optimistas. Pero, no hay que olvidar, que los factores que originaron el estrés antes de las vacaciones, pueden reaparecer a la vuelta, incluso con más fuerza. Un sondeo realizado en julio de 2000 revelaba que en la Unión Europea el 72% de las personas entrevistadas padecía estrés en el trabajo, el 11% había tenido al menos una baja por enfermedad relacionada con el estrés laboral y el 56% pensaba que el estrés en el trabajo se agravaría en el futuro.
Estrés positivo y negativo
El estrés es una respuesta de nuestro organismo que, si es proporcional a su causa (estresor) y se da de modo puntual, puede ayudarnos a responder con mayor eficacia a una situación (es el conocido como estrés positivo). Los beneficios derivados de un cierto grado de estrés (mayor eficacia y energía, aumento de atención…) pueden convertirse en serios trastornos físicos y psíquicos si éste aumenta, se prolonga en el tiempo y no prestamos atención a las evidentes alarmas que sentimos (a nivel físico, mental y de conducta).
Cambiar las circunstancias externas, así como desarrollar estrategias propias para afrontar los estresores con éxito, nos ayudará a controlar las emociones negativas derivadas del estrés.
Combatir el estrés negativo
Será un buen ejercicio, para acabar con el estrés, tomarnos un tiempo de reflexión y peguntarnos:
- ¿Qué situaciones me provocan más estrés? (la sobrecarga de trabajo, el exceso de responsabilidad, la mala relación con alguna persona, etc.)
- ¿Qué pensamientos tengo ante ellas? (tipo “no seré capaz”, “soy un inútil”, “no hay solución”, “no tiene sentido”, “si le digo que no, me rechazará y me sentiré culpable”, etc.)
- ¿Qué emociones me provocan dichos pensamientos? (ansiedad, ira, rabia, tristeza, culpabilidad…)
- ¿Cómo me comporto en consecuencia? (“trato de evitar situaciones”, “fumo o como compulsivamente”, “me tomo un tranquilizante”, “trabajo demasiadas horas”, “evito actividades
placenteras porque no me apetecen o no me queda energía”, etc…) - Qué obtengo de dicho comportamiento? (“cada día estoy más irascible y fatigado”, “he cogido la baja”, “los tranquilizantes ya no me hacen efecto”, “no le veo sentido a nada”, “no salgo de esto”, etc…). Responder a estas cuestiones nos aportará lucidez y podremos concluir si la respuesta que estamos dando es la adecuada o si, por el contrario, tenemos que introducir cambios en nuestra forma de pensar y de actuar.