El poder de la mente. ¿Cómo se convierten los pensamientos en enfermedades?
En el antiguo imperio romano, no era ningún secreto la relación tan estrecha que existe entre nuestra salud física y mental. Para ellos, era impensable una salud completa si existía un desequilibrio o algún problema en alguna de ambas. Puede parecer que esta concepción holística del ser humano de los antiguos romanos es poco e incluso nada conocida explicada de esta forma, pero lo más probable es que hayas escuchado su forma más sintética, la que nos ha llegado a día de hoy; el famoso mens sana in corpore sano.
Hoy en día parece que el modelo biomédico ha ido tomando cada vez más la delantera, y hemos dejado de lado esta unión entre cuerpo y mente, como si entre ambos existiera un muro infranqueable que mantiene a ambos por caminos distintos. Claro que, si analizamos bajo esa cultura biomédica, parece poco lógico encontrar una relación de causalidad bidireccional entre ambas partes. Es sencillo ver como lo físico puede afectar a lo emocional, pues, padecer una enfermedad física o gozar de buena salud sin duda repercute en cómo nos sentimos, pero cuesta mucho más ver la relación cuando le damos la vuelta, cuando es la mente intangible la que afecta al cuerpo tangible.
Sin embargo, existen numerosos ejemplos a lo largo de la historia que han demostrado cómo nuestros pensamientos y emociones pueden afectar directamente a nuestro estado físico.
Un científico de Arizona (EEUU), quería probar una teoría. Necesitaba un voluntario que estuviera dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, el cual consiguió en la penitenciaría de St. Louis, Missouri, donde existe la pena de muerte ejecutada en la silla eléctrica. Era un condenado a pena de muerte, al cual le propuso lo siguiente: el participaría en un experimento científico, en el cual se le haría un pequeño corte en su pulso, lo suficiente para gotear su sangre. El condenado tenía la posibilidad de sobrevivir, y, en caso contrario, fallecería con una muerte sin ningún tipo de sufrimiento ni de dolor.
El condenado aceptó, pues era preferible eso a morir en la silla eléctrica, y además, tenía la posibilidad de sobrevivir. Así que fue colocado en una cama alta de hospital y amarraron su cuerpo para que no pudiera moverse y le hicieron un pequeño corte.
Bajo su brazo, colocaron una pequeña vasija de aluminio, y se le explicó que oiría su sangre gotear en la vasija. Lo que no le explicaron es, que el corte era superficial y que no alcanzaría ninguna arteria o vena ni que, debajo de la cama, había un frasco con suero con una pequeña válvula.
De modo que, tras el corte, fue abierta la válvula del frasco, para que creyese que era su sangre la que caía en la vasija. Cada diez minutos, el científico, sin que el condenado lo viera, cerraba un poco la válvula y el goteo disminuía, haciéndole creer que era su sangre la que estaba disminuyendo. Con el paso de las horas, fue perdiendo color, quedando cada vez más pálido y, cuando el experimentador cerró por completo la válvula, el condenado tuvo un paro cardíaco y murió, sin haber perdido ni una sola gota de sangre. De esta forma, mediante su experimento, consiguió probar que la mente humana cumple al pie de la letra todo lo que le es aceptado por el individuo, sea positivo o negativo, y que tal acción envuelve a todo el organismo, sea en la parte orgánica o psíquica.
Tal y como hemos visto en el ejemplo anterior, nuestra salud mental está conectada con nuestra salud física, y, por lo tanto, es muy necesario darle la importancia que merecen a las dos. La buena noticia es, que al igual que los pensamientos y emociones negativas influyen en nuestro estado físico, las positivas, también. Por lo cual, es importante que realicemos un correcto autocuidado, no solo de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente, pues nuestro bienestar no será completo si flaqueamos en uno de estos dos pilares, al igual que tampoco podríamos andar si solo nos funcionara correctamente una de las dos piernas. Pequeños grandes gestos como aprender a no enviarnos mensajes negativos, combatir, con una correcta ayuda, el estrés, la ansiedad, y en definitiva, cualquier emoción o pensamiento negativo que nos genere malestar, es tan importante como acudir al médico cuando nos sentimos enfermos.
Debido al ajetreado ritmo de vida que tenemos hoy en día en nuestra sociedad, muchas de estas señales, pueden pasar desapercibidas para nosotros. Por ello es importante que le prestemos atención tanto a nuestro cuerpo, como nuestra mente (pues recordemos que existe una conexión entre ambos), pues solo de este modo podremos buscar la ayuda que podemos necesitar y evitaremos que, esos posibles problemas lleguen a enquistarse e incluso empeorar. Por ello, no olvidemos escuchar nuestras propias señales. Piensa, que nadie conoce su cuerpo y su mente mejor que uno mismo, así que nadie mejor que nosotros puede saber cuando algo no va del todo bien. De esta forma, podremos encontrar la ayuda que tal vez necesitamos y recobrar así, nuestra mens sana in corpore sano.