Efectos de la sobreprotección infantil en la vida adulta
¿Crees que has sido un niño sobreprotegido? ¿Qué consecuencias ha tenido esto en tu vida?
Alejandro es hijo único y perdió a su padre cuando tenía apenas unos meses de vida, por lo que creció solo con su madre. Su madre, tras enviudar, sintió la necesidad de impedir que a Alejandro le pasara algo, pues creía que no lo soportaría. Por otro lado, también se sentía apenada por pensar que su hijo crecería sin su padre, por lo que se esforzó por suplir esa carencia. Esto hizo que su madre se dedicara “en cuerpo y alma” a él, lo cual se traduce en que siempre le hiciera la cama y recogiera sus juguetes y sus deberes, que impidiera que en el parque jugara a juegos “arriesgados”, que le acompañara y le recogiera del colegio aun siendo ya mayor, entre otras cosas…
Actualmente, Alejandro es un hombre de 31 años que acude a nuestra consulta porque desde hace algunos meses presenta crisis de ansiedad y dificultades para afrontar ciertas situaciones cotidianas: conducir, viajar y rodearse de gente. Es un chico algo tímido, perfeccionista, muy autoexigente y un poco miedoso. Solo ha tenido una relación de pareja, que duró pocos meses. Y trabaja como programador informático en una consultaría, manteniendo el mismo cargo desde hace muchos años.
La sobreprotección se define como un acto de cuidado excesivo. El acto de protección suele ser normal, natural, instintivo y necesario; ¿quién no ha corrido alguna vez para apartar a un niño que se dirige hacia un paso de peatones? Lo peligroso, es cuando este tipo de actitudes se repiten ante cualquier actividad que realiza el niño.
¿Por qué existen padres sobreprotectores?
En el caso de Alejandro, la sobreprotección que ejerce su madre viene por los miedos de ella y su tendencia a la preocupación excesiva. Por un lado, sufrió mucho con la muerte de su marido y tiene miedo a pasar por algo parecido, por lo que necesita evitar riesgos a su hijo y mantenerlo en una burbuja. Y por otro lado, complacerle le hace sentirse menos triste por verle crecer sin un padre. En otros casos, las causas son más simples. Hay padres que no tienen claro hasta dónde se le puede exigir a un niño y les fomentan conductas más infantiles de lo que les corresponden. Otros padres, les hacen las tareas a sus hijos por comodidad, porque así acaban antes. Y otros les hacen la vida más fácil para evitar enfrentamientos y situaciones complicadas. Como vemos, en muchos casos, la sobreprotección puede ser una forma disfrazada de autoritarismo, dado que el niño acaba respondiendo a las necesidades de los padres, que priman por encima de las del propio niño. Por ejemplo, la madre de Alejandro obvió la necesidad de ayudar a su hijo a ser autónomo y dio prioridad a la necesidad de ella de tenerlo todo bajo control y de paliar su tristeza. Por tanto, tras la idea de amor y protección, puede existir muchas veces este juego de necesidades e intereses.
¿Qué consecuencias tiene la sobreprotección en la edad adulta?
- Sentimientos de inutilidad y dependencia: si en lugar de sugerir y guiar, optamos por darlo todo solucionado, supervisar en exceso o imponer, no vamos a permitir que el niño desarrolle adecuadamente sus habilidades y capacidades, por lo que cuando sea adulto, es probable que aparezcan sentimientos de inutilidad y dependencia, que pueden favorecer que la autoestima sea baja y no tenga seguridad en si mismo, y por tanto, que se desarrolle una excesiva timidez y falta de habilidades sociales.
- Miedos y conductas evitativas: el adulto, fruto de su inseguridad y su sentimiento de incapacidad, presentará miedo ante situaciones cotidianas que en realidad no suponen un peligro, perdiendo muchas oportunidades por su tendencia a no enfrentarse a los problemas ni a asumir responsabilidades.
- Dejarse manipular, poca iniciativa, pasividad: tendrá más facilidad para dejarse llevar por el ambiente que le rodea y por las decisiones de los demás, tendiendo a tener una actitud más pasiva, en lugar de tomar la iniciativa y decidir por él mismo lo que le conviene o lo que desea. A la larga, esto también puede llevarle a un desinterés por las personas y las relaciones sociales.
- Por otro lado, el haber crecido con escasos límites educacionales y obteniendo fácilmente todo lo que se ha deseado, puede implicar que en la edad adulta no se sepa dar valor a las cosas ni se tolere la frustración, apareciendo conductas algo egocéntricas y poco empáticas.
Todo ello, como en el caso de Alejandro, puede ser un factor que, sumado a otros, puede ayudar a dar lugar a trastornos psicológicos.
En lugar de sobreproteger, lo ideal sería…
- Dejar que el niño viva dificultades y problemas, para que aprenda a encontrar soluciones por sí mismo. Si le cuesta atarse los cordones de los zapatos, no le haremos un favor atándoselos nosotros, es mejor que le guiemos y que le dejemos que ensaye, para que acabe comprobando que es capaz de aprenderlo y hacerlo por sí mismo.
- Tratarle de acuerdo a su edad. Si tiene la edad adecuada para comer solo, dormir solo, ayudar en las tareas domésticas, ir solo al colegio, debemos empezar a dejar que lo haga.
- No pretender supervisar, ni vigilar o controlar todo lo que hace el niño, se le debe dejar un margen y un espacio propio. No podemos pretender saber exactamente qué hace en el colegio, a qué juega con sus amigos, con quién sale, a dónde va, etc.
- Es necesario poner límites claros en casa y darle responsabilidades domésticas al niño. No se le debe dar todo lo que pida ni ahorrarle sacrificios, ya que es más sano que aprenda que las cosas requieren un esfuerzo y que experimente la satisfacción de la recompensa por haber sido capaz de hacerlas.
Si ya es demasiado tarde y ahora nos encontramos con el problema de adultos, una terapia psicológica es efectiva para aprender estrategias para el cambio.