El sexo: placer o adicción
Si bien es cierto que en algunos aspectos concretos de las personas, existen determinadas conductas naturales que son inherentes a la condición humana, como es el caso del sexo, cabe diferenciar si, ante un determinado comportamiento sexual, estamos delante de una adicción.
Cuando el sexo es una actividad prioritaria en nuestra vida, que interfiere significativamente en la misma a nivel personal, familiar, social, laboral… alterando el equilibrio de las relaciones en estas áreas, estamos hablando de una “adicción”.
Contrariamente a lo que se puede pensar por la naturaleza de este tipo de adicción, la persona que la padece, no disfruta con ello, puesto que le genera más problemas que beneficios. Como cualquier otra adicción, es una conducta compulsiva que nace para calmar de forma inmediata una ansiedad y/o un malestar, y que una vez llevada a cabo, genera una serie de emociones y consecuencias negativas tales como: culpa, frustración, falta de control de los propios impulsos, depresión, baja autoestima, entre otros.
El curso de la adicción alterna periodos de normalidad con etapas de comportamiento sexual compulsivo. Los comportamientos sexuales no se limitan sólo a las relaciones sexuales, sino que se extienden a distintos sectores. La persona adicta, mantendrá conductas compulsivas con múltiples relaciones sexuales, masturbación, el uso de pornografía, sexo por Internet, líneas eróticas… elementos todos ellos, a los que cada vez accedemos con más facilidad, y que incrementan este tipo de trastornos. La persona invierte mucho tiempo, dinero y esfuerzo para poder mantener contactos de este tipo.
La persona, como en cualquier adicción, justifica, a la vez que niega, que tenga un problema en este sentido, y empieza a satisfacer sus necesidades sexuales adictivas, de forma progresiva. Va incrementando y diversificando las distintas maneras de practicar sexo.
¿Cómo sabemos si tenemos adicción al sexo?
Evidentemente ante cualquier sospecha, lo más indicado es consultar a un profesional. No obstante, existen una serie de indicadores que nos pueden hacer sospechar:
- si nada más levantarnos, tenemos un deseo compulsivo de llevar a cabo alguna conducta sexual.
- si el origen de la necesidad, surge siempre de calmar nuestra ansiedad.
- si tras la relación sexual nos sentimos mal.
- si los comportamientos sexuales, alteran nuestra vida y la de nuestro entorno.
- si la búsqueda de placer sexual interfiere en su vida y en la de sus seres queridos.
¿Qué debemos hacer ante este problema?
Es necesario empezar una terapia. Lo primero como en toda adicción, es que la persona admita que tiene un problema y que lo quiere solucionar. El apoyo de los familiares y seres queridos, es clave en el proceso de recuperación.
El tratamiento, irá dirigido a controlar este tipo de impulsos, hasta conseguir un comportamiento sexual” normal”. A la vez, se tendrán que analizar los factores que predisponen a la ansiedad que siente la persona y que le provoca la necesidad de calmarla con comportamientos sexuales. También habrá que trabajar otros aspectos tales como el estado de ánimo, la autoestima, la baja tolerancia a la frustración, mantener relaciones sexuales con su propia pareja (muchos dejan de hacerlo), tratar el problema con la pareja (falsas creencias, sentimientos de culpabilidad), y la prevención de recaídas, entre otros.