¿Hablamos del confinamiento?
Este año hemos añadido a nuestro vocabulario habitual un montón de palabras que solían descansar plácidamente en los diccionarios: pandemia, cuarentena, mascarilla, serología, anticuerpos, y… Confinamiento. ¿Cuántas veces usaste esta palabra el año pasado y cuántas veces la has usado en lo que llevamos de año 2020? Hoy nos gustaría reflexionar sobre cómo nos afectó psicológicamente el confinamiento y cómo podemos sentirnos ante la posibilidad de tener que enfrentarnos a uno nuevo.
Para poder evaluar cómo ha afectado a nivel psicológico el confinamiento al que hemos sido sometidos para controlar la pandemia por Coronavirus, un grupo de 80 investigadores internacionales de más de 40 universidades de todo el mundo ha puesto en marcha PSY-COVID. Se trata de un estudio de investigación para conocer los efectos psicosociales de la pandemia y las restricciones que conlleva.
Primeros resultados
Los resultados obtenidos tras la primera evaluación (mayo 2020), que se derivan de una muestra de más de 7.000 personas que han residido en España durante los dos meses que han durado las medidas más restrictivas de movilidad, muestran que la pandemia ha tenido un impacto psicosocial considerable en buena parte de la población. El primer análisis de los resultados indica que en torno al 35% de la población española estaría en riesgo de sufrir o habría presentado síntomas de ansiedad o depresión (lo cual no quiere decir que hayan desarrollado necesariamente el trastorno). Las mujeres y las personas más jóvenes parecen ser las más afectadas. Del estudio se desprende, asimismo, que tener unos hábitos de sueño estables se asocia con niveles más bajos de ansiedad y depresión, y con una mayor capacidad de adaptación a los cambios. Por otro lado, se ha observado que alrededor del 40% de las personas encuestadas ha obtenido altos valores en resiliencia (resistencia ante las adversidades de la vida). Estos resultados dan pie a pensar que, aunque la pandemia esté afectando negativamente a la salud mental en algunas personas, buena parte de la población se está adaptando a la situación de manera satisfactoria y ha salido fortalecida.
Testimonios
Vamos a ver a continuación los testimonios de dos mujeres que han querido compartir con nosotros sus vivencias en torno al confinamiento.
Carmen tiene 69 años, está jubilada y vive sola en el centro de Barcelona:
Desde el confinamiento siento más tristeza, desánimo, noto que todo me afecta mucho más, estoy más vulnerable y necesito hacer un sobreesfuerzo para afrontar los días. La poca relación directa con la familia y amigos la acuso mucho. De todas formas, el haber recuperado mis rutinas anteriores al confinamiento (excepto la parte social) me hace sentir mejor, y también me ayuda el hecho de que se haya recuperado el ambiente en el barrio. Físicamente me noto más cansada, no soy la de antes, es como si hubiera perdido confianza en mi cuerpo. Respecto a otro posible confinamiento en los próximos meses, no diría que siento miedo, pero sí preocupación por ver que no avanzamos en la resolución de la pandemia. De todas formas, no he perdido la capacidad de disfrutar de los buenos momentos, como ahora (está tomando un café sentada en una terraza al sol). Con poco hago, soy una persona que suele remontar.
Adriana tiene 45 años, es trabajadora autónoma y vive en Barcelona con su marido y sus hijos:
Tengo más llena que nunca la despensa. Procuro no relajarme con este tema y que siempre esté a tope, por la situación de incertidumbre que vivimos (¡Nunca me había encontrado con estanterías vacías en el supermercado!). El confinamiento también me ha hecho acostumbrarme a estar más tiempo en casa y aprender a organizarme mejor para tener que salir lo mínimo posible, por el miedo al contagio. Siento falta de ilusión porque ya no hay eventos sociales (celebraciones familiares, cenas en grupo con amigas, cine o teatro sin mascarilla). Siento también falta de motivación por arreglarme (llevo meses sin ponerme pendientes ni tacones). Estoy desesperanzada por las noticias que veo a diario, que dicen que este nuevo estilo de vida va para largo, me hace perder motivación. Y, por supuesto, siento ansiedad por las medidas de protección que tenemos que seguir, miedo a no hacerlo bien y contagiarme. Por otro lado, es verdad que estoy valorando mucho más las pequeñas cosas del día a día, por ejemplo convirtiendo un desayuno en casa en un pequeño placer (hemos acondicionado el balcón para poder usarlo para desayunar, comer o cenar al aire libre). Respecto a un nuevo confinamiento, no me asusta por el hecho de tener que encerrarnos en casa, eso ya lo hemos vivido y ya sabemos cómo afrontarlo, pero sí me produce mucha tristeza, porque significa volver a distanciarnos, pérdidas económicas, crisis sanitaria… No ayuda a mantener la esperanza. Pero por otro lado, siendo positivos, a nivel personal me he dado cuenta de que pasar tanto tiempo con mis hijos en casa ha propiciado un acercamiento, potenciar más la intimidad, algo que en la vorágine del día a día a veces olvidamos.